Café la pasilla

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Foto por Espacioenoff

Redacción por Kevin Manco Giraldo
Editor, Julian Eduardo Castañeda
Hace un par de semanas conversaba con dos viajeros uruguayos de sus impresiones sobre la ciudad de Medellín. Me contaban que habían recorrido mucho sus calles, conocieron sitios emblemáticos y degustaron platos típicos de la comida nacional y local, pero algo les llamó particularmente la atención que todas las tazas de café que habían probado les parecieron horribles; comentaban, que no se explicaban cómo en un país  tan afamado por la calidad de su café fuera tan difícil acceder a uno de calidad.


Mi respuesta fue que ellos como la gran mayoría de colombianos que consumen lo que llamamos tinto, no beben en realidad café sino un subproducto de éste llamado pasilla; al preguntarle a un caficultor sobre qué es la pasilla, se refirió a ella como basura. Siendo menos toscos en definición podemos clasificar la pasilla como aquellos granos negros, quemados, o que simplemente no se desarrollaron totalmente y que por ende no son aptos para la exportación pues no cumplen con los estándares internacionales de calidad.


En el lenguaje de la Federación Nacional de Caficultores la pasilla entra en el grupo de los coproductos o segundas, el café no es el único producto colombiano del que se exporta los mejores ejemplares y se deja para el consumo interno los de menos calidad, para el caso del banano y el plátano ya estamos acostumbrados a consumir el “rechazo”, pero es irónico que para el caso de un producto insignia como el café nos releguemos a degustar de una la pasilla o el ripio, muy ajenos de poseer ese aroma, cuerpo y sabor característico del grano nacional que lo hace tan afamado y apetecido por los paladares norteamericanos y europeos.


Pero ¿por qué si tenemos café tomamos pasilla?


Coincido con Ronny Suárez, periodista de El Tiempo, en que todo se debe principalmente a dos factores, los costos y la desinformación. El colombiano de a pie no se ha caracterizado por eso de ser un consumidor conocedor del grano, en el caso del café instantáneo, -el mas consumido por el comensal nacional- considero que no pasa de ser mas que una bebida diurética de tonalidad oscura, que con un poco de leche seria una buena compañía para un buñuelo o pandebono, y si se trata de un café molido, que tiene un poco mas proximidad con lo que seria un verdadero café, lamentablemente ni siquiera se sabe preparar, pues normalmente en mucho hogares este café se hierve directamente en agua, que equivale a quemarlo, se mezcla con leche, se le adiciona azúcar y se recalienta.


Claramente el factor económico es determinante a la hora de elegir lo que vamos a consumir; para clase baja y media la diferencia entre un tinto de $500 en el Parque Berrio y uno de 5000$ en cualquier café gourmet es abismal, así mismo una libra de café regular que en un supermercado puede costar entre $5.000 y $7.000, por asuntos monetarios tiene mayor aceptación que una libra de café premiun que puede valer entre $14.000, $16.000 y de ahí para arriba.


No saber realmente la calidad del producto o en este caso el subproducto que estamos consumiendo y estar condicionados a comprar lo que diga el bolsillo es lo que nos tiene tomando pasilla, pasilla del mejor café del mundo pero al fin y al cabo pasilla.     
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